En el Rosario Viviente, Pauline no veía más que personas rezando a la Santísima Virgen. Se trata de una obra de gente pobre y sencilla cuya toda intriga, toda la política, consiste en amar y hacer amar a Jesús y María mediante la oración y la meditación del Rosario unido a obras de caridad. Pauline supo dar gracias frente a lo que el Rosario Viviente permitió experimentar a varias personas: «¡Qué alegría estar unida a tan buenas almas! Cuánta hermosa es esta caridad que, desde una multitud de personas de todas las edades, de todas las condiciones, de todos los países, hace una familia de la que María es la Madre, un cuerpo del que María es la cabeza y N.S.J.C. el corazón. ¡Qué ejército es el de María! Que la fe se oponga al oro, al número, al poder del ejército de valientes que el infierno ha reunido bajo su estandarte para destruir la religión» (Pauline Jaricot, Le Rosaire vivant, op. cit., pp. 39-40).
Al meditar los Misterios de la vida de Jesús, a través del Rosario, se invita al creyente a acoger el Evangelio en lo más profundo de su corazón. La sencillez del rezo del Rosario Viviente no excluye la posibilidad que se ofrece a los cristianos de meditar, de esta manera, en importantes páginas del Evangelio. Pauline quiso ofrecer un regalo a la Santísima Virgen mediante el montaje de estas quincenas de coronas reales.
Con los cinco misterios gozosos (Anunciación, Visitación, Natividad, Purificación, Jesús encontrado en el Templo), estamos invitados a seguir a María y a Jesús durante los primeros años de su vida en nuestra historia humana. Con los cinco misterios dolorosos (agonía en el Huerto de los Olivos, flagelación, coronación de espinas, carga de la cruz, muerte de Cristo en la cruz), seguimos a Jesús enfrentado a la violencia humana. El Hijo dijo “sí” a su Padre hasta el final: se desnudó, asumiendo la condición de siervo; se inclinó y se hizo obediente hasta la muerte de cruz (ver Fil 2,5-11). El Salvador sufre y muere, se «dio a sí mismo en rescate por todos», para que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, él es el único mediador entre Dios y los hombres (ver 1 Tim 2,1-7).
La meditación sobre los cinco misterios gloriosos (Resurrección, Ascensión, Pentecostés, Asunción, Coronación de la Virgen) nos abre a la esperanza y al gozo eterno. De hecho, «si morimos con él, con él viviremos. Si sufrimos con él, con él reinaremos» (2 Tim 2,11-12). Al meditar sobre los cinco misterios luminosos añadidos por Juan Pablo II en 2002 (el bautismo de Cristo en el Jordán, las bodas de Caná, el anuncio del Reino de Dios, la transfiguración de Cristo y la institución de la Eucaristía), estamos invitados a vivir nuestra misión de bautizados, en el corazón del mundo, con alegría (La alegría del Evangelio del que habla a menudo el Papa Francisco; Evangelii Gaudium, Roma, 24 de noviembre de 2013).
El misionero se alegra de tener al Salvador Jesús para traerlo al mundo, para trabajar con él, en el Espíritu, «para que venga el reino de Dios» (Mt 6,10) y que todos participen en la construcción de una vida más justa, un mundo donde reinan la paz, la justicia y la fraternidad (Papa Francisco, Fratelli tutti, encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, Roma, 3 de octubre de 2020, n. 140), como estamos invitados a vivirlo durante la Eucaristía, el sacramento de la unión con Dios, pero también del amor fraternal.
Texto Adaptado de: https://www.ppoomm.va/es/notizie-eventi/notizie/meditaciones-pauline-jaricot-2021/11-de-octubre.html